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El dedo señala el camino

22 junio, 2015

El dedo señala el camino

Cuando era pequeño mi madre me regañaba cuando señalaba con el dedo índice al preguntar sobre alguien o pedir algo, y era algo que hacía continuamente. Me decía que era de mala educación.

Aunque el momento de gloria lo tuve, con 4 o 5 años, cuando haciendo la cola para entregar la carta a los Reyes Magos, ví que Melchor, el rey anciano de cabellos blancos, se acomodaba disimuladamente su larga barba que se despegaba, imagino ahora, debido a los 35 grados del caluroso diciembre argentino.

Y ahí, desde mi corta estatura, estiré mi brazo y mi dedo acusador al tiempo que comencé a gritar que nos estaban engañando; que esos Reyes Magos eran falsos porque se les caía la barba. Mi intento de motín duró lo que mi madre tardó en taparme la boca y sacarme del lugar ante la mirada de reprobación de otras mamás y papás, que me debieron ver como la reencarnación del mismo demonio al querer romper el encanto y la ilusión de sus hijos.

Unos cuantos años después, en Turquía, ese mismo dedo continúa señalando. Y durante este mes me ha ayudado a elegir qué comer, apuntando con él a las fotos de comida en los menús, o al intentar reparar una pequeña avería en la rueda delantera de la moto señalando el desgaste desigual en su costado.

Diría que esto demuestra que los padres a veces se equivocan: señalar no siempre es malo, a veces nos puede salvar la vida.

Aunque entiendo algunas palabras y frases en turco, es obvio que no puedo hablarlo, y es algo que llevo mal, porque saliendo un poco del circuito de zona turística es difícil encontrar alguien que hable inglés. Las tres primeras palabras que aprendí a decir nada más llegar fueron: ¨un té, gracias¨. Esta es la bebida sin la cual nada se habla, negocia o intenta arreglar, sino has bebido uno, dos, o tres.

Durante los casi 4.000 kilómetros que recorrí desde que entré en el ferry en Cesme, desde Grecia, he conocido gente fantástica como Ali, Mehmet, Isa, Naim, Irfan, Taner o Faruk. Todos ellos me han ayudado de una forma u otra, siempre de forma desinteresada, y casi siempre con una taza de té de por medio.

Y lo que podría parecer una barrera, el idioma, ha hecho que hayamos utilizado otros recursos y nos comunicáramos igual. Casi siempre, pero principalmente con los más jóvenes, cuando hemos agotado nuestros mutuos limitados vocabularios, sus dedos índice se han dirigido a sus móviles para comenzar a utilizar el traductor de Google y tratar de seguir comunicándonos. Esto produce muchas risas, porque a veces el traductor se lía y traduce cosas muy raras.

Mientras escribo este post, hago un repaso mental de las experiencias con los cinco sentidos y todo lo vivido, y aunque sé que seguramente es una frase que repetiré en otros lugares…¡¡¡Qué país más maravilloso he recorrido!!!

Turquía es rico en historia, restos arqueológicos, maravillas naturales como Capadocia y ciudades como Estambul, con sus más de 2.500 mezquitas. Es increíble escuchar el momento en el que los almuecines convocan al pueblo para que acuda a la oración desde todos los puntos de la ciudad, convirtiéndolo en un sonido envolvente. O recorrer el puerto buscando donde comer un pescado a las brasas con vistas a la ciudad antigua, al otro lado del cuerno de oro. U observar el atardecer desde la parte asiática de la ciudad, mientras se toma un té o se comen pipas de girasol frente a la torre Maiden. O recorrer el Monte Nemrut, una montaña conocida por las estatuas con cabezas de dioses y diosas persas y griegas talladas en piedra en su cima, a la cual se llega por caminos de tierra y piedras con pendientes de 10%, que es donde comencé a tener un problema en la rueda delantera después de una caída muy tonta.

Para los moteros hay varias rutas sensacionales, pero de las que he recorrido, destacaría las carreteras en el Parque Nacional Nemrut y otra que comienza en Sarkoy y termina en Kumbag a 100 kilómetros de Estambul, que es espectacular por las curvas y vistas al mar de Mármara.

Mientras escribo estas líneas, en lugar de dirigir mi dedo índice en forma horizontal, lo dirijo hacia el techo. El camarero interpreta mi gesto y me trae diligentemente un té.

Será el último, antes de partir y cruzar la frontera a Georgia, donde intentaré conseguir un mecánico que me ayude a reparar la rueda delantera que sigue dando problemas. Pero, esta vez, no habrá un té esperando.

  1. David Mercado dice:

    Me encantó tu historia del dedo que señala, como las fotografías de tu viaje en moto, ahora mismo uso mi dedo para saludarte afectuosamente en esta noche de insomnio en la que te encontré en la red. Voy a intentar seguir tu maravillosa aventura y disfrutarla como muchos seguidores tuyos. Te mando un abrazo. David

  2. silvio dice:

    Que placer leerte. Estableces un fuerte vinculo en tu relato. Que fotógrafo! Que soluciones la rueday sigan las aventuras, vecino! Abrazón

  3. Rebecca dice:

    Ese mismo dedo que apreta el botón y saca la foto!

  4. Mireya Irazaba dice:

    Magnífico relato, tienes una manera de escribir, que hace que lo viva, un abrazo!

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