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La solución Jugaad

22 julio, 2015

La solución Jugaad

Cuando hice el curso de mantenimiento de Athenea en India, a alguna solución de arreglo fuera de las oficiales le llamábamos Jugaad; una palabra coloquial en hindi que significa arreglo innovador o soluciones que van más allá de las reglas y pueden solucionar un problema grave.
Para un viaje de este tipo, en la moto llevo algunos repuestos, pero también una navaja, alambre y cinta americana. De pequeño era seguidor de la serie MacGyver, donde el protagonista improvisaba artilugios con elementos simples y de lo más variados para escapar de todos los peligros con los que se topaba en su camino.

Ya he avanzado unos 60 kilómetros en una carretera donde podrían hacer pruebas de vehículos lunares por el tamaño de sus baches. Ésta comienza en Kazajstán, a 100 kilómetros de la frontera, y se extiende otros 400 kilómetros dentro de Uzbekistán.

Estoy detenido bebiendo agua, cuando se acercan en la dirección contraria dos moteros rusos a quienes les pregunto por el estado del resto del camino. Sus caras son como si hubiese nombrado al mismo diablo. Uno de ellos se acerca a su moto, y llevándose las manos a la cabeza, balbucea unas palabras. Un amortiguador de su moto se ha partido. Así que ahí quedan, resolviendo qué harán. Para mis adentros pienso: qué jodido que se te rompa, pero al menos son dos, tienen más opciones que si me sucediera a mí.

Al día siguiente, después de acampar junto a la frontera con Jonathan, un motero suizo con quien he coincidido en el cruce, me pongo de nuevo en marcha. Tras recorrer unos 25 kilómetros, mi moto se vuelve un caballo salvaje. No sé lo qué ha pasado, pero termino en el suelo como si alguien hubiera levantado la moto desde atrás. Cuando la pongo en pie, y como si de una transmisión de virus entre amortiguadores se tratara, veo que el del lado derecho ha salido disparado rumbo a la luna.

Hacia delante quedan 135 kilómetros hasta una gasolinera que no estoy seguro exista. Hacia atrás 25 kilómetros, seis casas y la frontera. A los lados, un completo desierto.

El panorama pinta complicadísimo.

Comienzo a caminar por los alrededores, tratando de recuperar al menos el resorte. Cuando ya estoy terminando de acomodar las cosas en la moto, se acerca Jonathan que ha regresado porque unos coches le han hecho la seña de que me había caído en la carretera.

Pienso en las opciones que me quedan:

A- Esperar un camión y subir la moto. Descartado, todos los camiones llevan containers.

B- Seguir adelante hasta el próximo pueblo que aparece en el mapa a unos 20 kilómetros. Descartado, no es mayor que el que está a dos de la frontera.

C- Dejar la moto y regresar a la frontera en alguno de los coches que pasan. Descartado, no quiero dejar la moto abandonada.

D- Regresar a la frontera con la moto. A favor, aunque los guardias no son los más amables del mundo, de lo único que tengo certeza es de la distancia y que podría pedirles ayuda.
En contra, hacer 25 kilómetros sobre un amortiguador.

E- Regresar al pueblo de frontera, dejar la moto en alguna de las seis casas y subirme a un camión o coche rumbo a alguna ciudad con buenas conexiones. A favor, es la mejor que se me ocurre. En contra, la misma que la D: sólo tengo un amortiguador.

Así que decido regresar. Jonathan me acompaña un par de kilómetros antes de despedimos. Estoy en un auténtico horno de 35 grados y viajando sobre un amortiguador a no más de 5 kilómetros por hora. Yo espero alguien diga: ¨Corten, pasemos a publicidad. Esto ha sido una broma¨.

En la frontera la solución que me dieron, mientras me pedían todos los papeles de la moto, pasaporte y casi se ponen a buscar drogas de nuevo, fue enviarme de regreso a Kazajstán.
Logro que me permitan seguir en Uzbekistán y no me queda otra opción de regresar al pueblo situado a 2 kilómetros. El amortiguador que ha sobrevivido comienza a pedir clemencia.

Con el resorte en la mano observo donde se ha partido. La gente se acerca a ayudarme con sus herramientas favoritas. Uno de ellos, un camionero, con una barra metálica.

Quitamos el resto del amortiguador, me subo al coche de uno de los vecinos y llegamos a un galpón donde veo una soldadora eléctrica. Hasta ahora me he mantenido muy tranquilo, pero en este momento, para mis adentros pienso: saldré de esta. Confío en que siempre hay una solución, solo hay que dedicarle tiempo a encontrarla y tener paciencia.

Si hay algo que no me gusta de nuestra sociedad actual es el consumismo desenfrenado, en que lo que falla una vez, se tira. Ya no se repara nada. Todo se ha vuelto efímero. Estamos en la época de la inmediatez, dentro de un ritmo frenético, que no nos permite parar y pensar.
Por suerte, aun quedan lugares donde eso no ocurre.

Con el dueño del galpón, discutimos soluciones. Mientras, su hijo retira un pedazo de la rosca del vástago partida.
Y aquí comienza el momento Jugaad: que podamos intentar arreglar el amortiguador depende de encontrar un tornillo y una tuerca que tengan el mismo paso que el que se ha roto. Nos ponemos a buscar en varias cajas y por todo el galpón, como si fuéramos topillos escarbando la tierra.

Dos horas más tarde, uno de los tres finalmente atornilla en la media vuelta que queda de rosca en el vástago, una tuerca, y en el otro extremo un bulón. El hijo suelda las piezas y corta la cabeza del tornillo. Ponemos el resorte en el medio, enroscamos la parte superior y el amortiguador está arreglado. Ahora solo falta ponerlo en la moto y hacer una prueba.

Ya han pasado 15 días desde que todo aquello sucedió y la prueba ha durado 2300 kilómetros hasta Osh, en Kirguistán. Aquí está Muz Too, una empresa que organiza tours en moto y funciona como un oasis para viajeros en problemas, como yo.

Estoy esperando el envío de amortiguadores nuevos desde Madrid, gracias a la ayuda de Rubí y Emilio, de la tienda de Royal Enfield, y de mis amigas Aynur y Cristina que han gestionado todo, ya que las conexiones de Internet o teléfono han sido terriblemente malas.

PD: Para este post he decidido hacer un juego. La persona a quien se le ocurra otra idea o solución al problema, y éste sea Jugaad, se podrá llevar una foto con descuentos.

Para la 20×30 cm el valor del tanque de combustible.
Para la 30×40 cm el valor de la de 20×30
Para la 40×60 cm el valor de la de 30×40
Para la 60×90 cm el valor de la 40×60

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