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Un golpe de suerte

11 diciembre, 2017

Un golpe de suerte

Me levanto. El contenido de las maletas alfombra unos cincuenta metros en una autopista de salida de Sydney.

Veinte minutos antes posaba sonriente junto a Atenea, frente a la Opera House. Prueba que mi recorrido por Australia llegaba a su fin. Punto simbólico en esta vuelta al mundo en moto. Estaba tan sonriente en esa foto. Tan alegre. Luego de haber recorrido la carretera central y cientos de kilómetros de sus caminos interminables, mi estadía en Australia llegaba a su fin de una forma en que no había planeado y obviamente no deseaba.

Prueba de que todo puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos. Prueba de que nada es como se piensa.

Atenea yace acostada en medio de la carretera. Con restos de maletas, barra de choques, faro, manillar y espejos rotos a su alrededor. Una larga fila de coches se detiene. Algunos automovilistas se acercan a ayudarme. Atenea funciona como para sacarla por sus propias ruedas. Me escolta un patrullero. Llega mi amigo Sebastian y subimos mis pertenencias a su camioneta. Al día siguiente, trabajo en la moto para poder llevarla al exportador y comenzar la aventura americana.

Esto pasaba hace casi dos meses en Australia y aún estoy tratando de solucionar el entuerto en Chile. El culpable, me enteraré después, fue un perno mal ajustado en la rueda delantera, en el último cambio de neumáticos.

Pequeñas cosas producen a veces,  daños muy grandes. Y Atenea está bastante dañada. Por momentos siento que la moto se está cansando de viajar, y me envía mensajes para que la detenga. Para que no continúe o para que tome un descanso. Lo que no sabe y a esta altura debería saber, es que le ha tocado un compañero de viaje incansable, que ahora querría ya estar en el sur de Chile, aprovechando la primavera. Mientras la reparo, he estado en tres países de Sudamérica dando clases de fotos y charlas sobre el viaje. Así que Atenea descansa, pero yo no. Este tiempo me permite ir asimilando el cambio de continente. Y el shock que algunos países de Latinoamérica tienen el costo de vida al nivel de Europa o Australia.

Hace cuatro días comencé a trabajar tiempo completo en la moto. Entretanto espero un recambio, voy encajando y colocando lo que puedo en ella.

Mientras ajusto tuercas y tornillos me digo a mi mismo: tuviste suerte y Atenea se arreglará. Tuviste suerte y sólo fue un pequeño raspón en la rodilla. Aunque el tiempo pasa y me agobio un poco porque me gustaría estar ya sintiendo el viento en la cara. Tuviste suerte me repito para mis adentros. La misma frase resuena como un mantra para mantenerme positivo. Tuviste suerte. Es más fácil arreglar un hierro que un hueso. Tuviste suerte me repito. Podrías ser tú, me digo mientras observo a Atenea desarmada.

 

 

  1. MARCOS POIDEBARD dice:

    Ufff todo se soluciona! para adelante…lo bueno de las motos es que no tienen marcha atrás.
    muchas suerte y un abrazo grande Walter

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